Adiós, Shanoa...

Hoy te vas, tal cual barquito de papel dejado a la deriva; hoy te vas y te encaminas a un nuevo mundo, un reino fuera de lo que ya conoces, fuera de los seres que te acompañaron y con los que has compartido algo de ti. Nadie se lo esperó, pero así fue; hoy te vas para no regresar.

Sé que aunque tu memoria no sea del todo buena, seguro nos recordarás en algún punto de tu subconsciente como esos con quienes viviste los primeros momentos de tu vida. Aún puedo recordar, más no emular, el júbilo de saber de tu arribo a mi nada espectacular morada porque fuiste, junto a tu hermanito Luca, un regalo de la vida, un milagro más de nuestras vidas, opacado por tantas cosas vagas que no merecen tanta importancia. Tu llegada fue una gran dicha en su momento, verte ahí pequeña, desconcertada y sin saber qué pasaba realmente nos tocó el alma y nos suavizó el corazón.

Y cuando llegaste acá, tus ojos aún no podían ver cosa alguna. Y cuando por fin los pudiste abrir, fue una gran inspiración ver esos ojos esmeraldas en tu trigueña y tostada piel, esa combinación que te daba un aire de la realeza; esos ojos color jade que me hipnotizaron y me hicieron pensar en tu alma, pues en ellos se observó un poco de ti, la pureza de tu ser reflejada en ese par de esferas que miraban con temor a ese mundo de gigantes que ahora dejó der ser, para convertirse en una memoria más dentro de ti.

Tus primeros pasos fueron torpes y quizá no eras tan hábil como Luca, pero llegó un momento en el que tú le superaste al lograr hazañas aún más complejas que él. No fuiste la primera en andar, pero sin dudar sé que fuiste la mejor en su momento acá en mi humilde hogar; tus pasos torpes dejaron la enseñanza de que siempre se comienza torpemente para luego poder correr y superar cualquier obstáculo que se nos interponga en la vida.

Oh, Shanoa, tu ida nos será un trago amargo
si vuelves te acogeremos con renovada amistad
y  si no regresas, tampoco habrá algún letargo
Oh, dulce Shanoa, te extrañamos a cabalidad

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